Rodríguez (2000) trata el diagnóstico organizacional desde la perspectiva de sus dimensiones, dentro de las cuales podemos ubicar el tiempo. No podemos ser exhaustivos en este blog y finiquitar el tema del diagnóstico del tiempo, pero al analizar la bibliografía sobre esta temática no encontré muchas referencias al respecto, por lo que me pareció interesante compartir un poco sobre este punto de vista del diagnóstico.
Acaso uno de los más importantes temas en el devenir humano, personal, social, sea el tiempo. Las organizaciones modernas se ven enfrentadas a una situación de cambio constante y acelerado. Sus ejecutivos se quejan permanentemente de falta de tiempo y, cada vez más, se realizan mediciones del éxito organizacional que consideran el tiempo como un factor clave. Se habla de eficiencia, de productividad, de avances, de logros, de innovación, de tecnologías que permiten ahorros de tiempo, etc. Todos estos conceptos tienen una raíz común, todos ellos están enraizados en el tiempo.
La organización actual busca formas más eficientes de utilizar el tiempo. Junto con esto, las jornadas laborales se reducen y se empieza a generar preocupación por el uso del tiempo libre. El espectáculo y la diversión se transforman en negocios lucrativos ante la creciente demanda de personas que desean maximizar sus ratos de ocio.
El tiempo pasa
Y, sin embargo, el tiempo se hace cada vez más escaso. La velocidad, la aceleración de la vida moderna, afecta con especial énfasis al hombre en su relación con organizaciones. Estas son creadas con la finalidad de racionalizar, de dividir el trabajo, de aumentar la eficiencia y se trasforman así en grandes mecanismos de coordinación de las actividades de numerosas personas.
El tiempo de que cada persona dispone se encuentra determinado por su vida. En ese sentido, dispone de todo el tiempo necesario: no tiene más ni menos tiempo que el que vivirá. Y, no obstante, parece hacerse escaso.
Todos los seres humanos envejecemos al mismo ritmo. Hay una simultaneidad en nuestro devenir. Nadie puede permanecer en el pasado de otras personas o adelantar su ritmo vital, para ubicarse en su futuro. Y, a pesar de esto, nos cuesta coordinar nuestros ritmos y demandas para establecer momentos compartidos.
Las organizaciones buscan, precisamente, coordinar actividades, establecer ritmos de trabajo, definir antelaciones, prioridades, secuencias, etc. La coordinación de actividades es una coordinación del tiempo. Desde los estudios de tiempos y movimientos propios de la Escuela de Administración Científica hasta nuestros días, el problema central de la investigación y diseño organizacionales ha sido el de conseguir mejorar la utilización colectiva del tiempo disponible para el trabajo.
La escasez del tiempo aparece, en consecuencia, en el momento en que se necesita coordinar actividades de diversas personas. La gran complejidad de la sociedad moderna conduce a la necesidad de que se produzcan encuentros entre múltiples personas. Estos encuentros deben ser coordinados para ser posibles y, entonces, surge el tiempo como un factor que puede ser medido, graduado, ahorrado, invertido y –por supuesto-malgastado. Podríamos, entonces, decir que el problema del tiempo es un problema de la edad moderna. Es desde la industrialización que el tiempo es considerado un recurso escaso, equivalente al dinero, como lo asevera Benjamín Franklin: “Time is money”.
Pero quien dice industrialización, dice expansión del sistema organizacional. Con la industrialización se difunden las organizaciones en todos los ámbitos de la vida humana, hasta que se llega a la “sociedad organizacional” actual. Esto quiere decir, que estos grandes aparatos coordinadores que son las organizaciones, tratando de utilizar en la mejor –más racional- forma posible el tiempo, lo han hecho escaso. El hombre moderno es un hombre organizacional y es un hombre carente de tiempo. Ve transcurrir su día en múltiples contactos pasajeros con otras personas, realizando numerosas tareas, recibiendo o haciendo incontables llamadas telefónicas, etc. El trabajo se va acumulando, el tiempo va transcurriendo velozmente y, al finalizar el día, hay una cierta cantidad de tareas atrasadas que deberán ser postergadas, cuando su urgencia no exige que sean resueltas en el hogar, durante las horas que supuestamente se han reservado para el descanso y la familia.
Fuente:
RODRIGUEZ M. Darío. Diagnóstico organizacional. Tercera Edición. Chile. Alfa Omega Grupo Editor. 2000. 215 p.
ISBN 9701504240
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