El campo mexicano ha sido factor de polémica, porque hay quienes piensan que se han logrado avances importantes en materia agraria, cuando otros dicen que el campo mexicano está en retroceso, lo cierto de esto que quien tiene la verdad y la razón es el propio campesino, quien tiene que enfrentar una serie de retos en condiciones de desigualdad total, como lo es el TLCAN, esto dadas las condiciones económicas con los países parte de este tratado, que ha decir de México, su condición económica es inferior a la de Estados Unidos y Canadá, lo que por ende se entiende en inferioridad tecnológica, además de los subsidios que Estados Unidos y Canadá otorgan a la agricultura de sus respectivos territorios.
A pesar de que tiene que ser considerado un sector estratégico y plataforma de desarrollo, el campo mexicano permanece sumido en una crisis de múltiples dimensiones y de graves consecuencias, como es la pobreza, el hambre, el abandono, el deterioro del medio ambiente y el desplome de la producción.
Debido a esta rancia condición, el agro nacional es incapaz de producir alimentos básicos para abastecer la demanda interna, al grado que hace dos años se importó 79 por ciento del consumo doméstico de arroz, 93 por cieno de oleaginosas, 58 por ciento de trigo y 82 por ciento de maíz amarillo para consumo pecuario e industrial. Desafortunadamente, todo diagnóstico del sector primario de la economía coincide que en el campo se concentra la pobreza extrema y la mayor cantidad de carencias sociales, que hacen de la población rural —gran parte de ella indígena— la más vulnerable del país.
Análisis oficiales, de centros académicos y de investigación, concuerdan que en los últimos años el agro enfrenta una situación de crisis económica, productiva, ambiental y social que ha acentuado la pobreza rural, el escenario de abandono y atraso del medio, dentro del cual los campesinos tienen un papel marginal en términos de la economía global y el libre mercado.
Todo lo anterior se enmarca también en la ruptura del pacto corporativo entre el Estado y los campesinos, lo que se refleja en la conducción de políticas públicas que han tenido “escaso impacto” en la reactivación del campo mexicano.
En este sentido, un estudio de Oxfam México subraya que a la fecha se da prioridad a la aplicación de políticas públicas de corte social que pretenden atender los efectos de la pobreza, por encima de las políticas que impulsen la producción de los pequeños productores agrícolas.
Por lo anterior, organizaciones de productores y centrales campesinas coinciden en que la reforma al campo propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto debe tener como objetivo impulsar un modelo de desarrollo que sea justo, humano, equitativo, incluyente, sustentable y progresista, pues sólo así se podrá contrarrestar la pobreza y la escasa productividad del agro nacional.
De esto podemos concluir que el sector agrario ha sido duramente golpeado por diversos factores, entre ellos y los más sonados, la falta de apoyos al campo y la alta tecnología de la empresas transnacionales con las cuales se intenta competir, pese a esto, el campesino mantiene cierta resistencia que poco a poco se hace insostenible, llegando a las consecuencias que ya conocemos, debemos buscar las soluciones acertadas que logren verdaderamente la autosuficiencia alimentaria de la que tanto se habla.
Disponible en:
http://www.capitaldemexico.com.mx/index.php/reportajes-detalle/59212-las-dos-caras-del-agro-mexicano Consultado en 30/11/2016
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